Cuando uno ve "La senda", primer largometraje del canario Miguel Ángel Toledo, lo fácil sería caer en análisis kubricistas de la cinta.
Inevitablemente, la premisa de la película nos retrotrae a "El Resplandor": Una familia (padre, madre e hijo) desestructurada se aisla en una cabaña perdida en unas nevadas montañas. La soledad de las cabañas acelera el camino hacia la locura del personaje masculino.
Sí, la comparación con "El Resplandor" es el camino sencillo.
Pero yo más que una influencia percibo un homenaje hacia la cinta del maestro neoyorquino.
¿La escena del coche? Sí. ¿El rostro congelado? Puede ser...
Pero la cinta de Toledo exige un visionado mas profundo, merece que el espectador entendido no se detenga ahí.
Toledo no pretende aterrorizarnos, como sí lo hace, en cambio, "El resplandor".
No, "La senda" no es una película de terror; es un film inquietante, de esos que "te ponen nervioso", que hacen que te muevas en la silla incómodo ante las situaciones que se te plantean.
Esta "senda" me sabe a cine clásico con pinceladas de lenguaje moderno. Me sabe a actores "casi de los de antes", sin dejarse llevar por lo histriónico.
Y percibo también un estilo, una manera de hacer las cosas personal, un concepto onírico inquietante que ya estaba presente en aquel "Miserere Nobis" que Toledo realizó allá por el 2002 y que ganó el mejor cortometraje del Foro Canario del Festival de Las Palmas 2003.
Así que les pido, cuando la vean, que miren, si es posible, más allá de los lugares comunes, y accedan así a un interesantísismo trabajo cuidado de construcción de personajes, a una trama que ofrece un inquietante análisis psicológico, y de una exquisita puesta en escena.
Si les gusta el cine, merece la pena.