miércoles, 7 de marzo de 2018

El empleo de mi tiempo

   

Hace un par de domingos, el día en que íbamos a rodar "Como Agua Sucia" por la tarde noche, salí yo de trabajar a eso de las seis de la tarde mas o menos.

Mientras caminaba hacia la citación, me vino a la memoria de pronto aquel artículo que recorrió la red hace unos meses acerca del audiovisual que se llamaba "Los empleos del tiempo" o algo así, firmado por un colectivo de cineastas de la península.

En dicho artículo, los miembros del colectivo cinematográfico hacían una reflexión sobre la eterna historia de vivir del cine, comer del cine, pagar tu alquiler o tu hipoteca gracias a tu trabajo en el cine, y llegaban a la conclusión de que nadie, excepto una minoría muy minoría, lo lograba.

Era muy difícil no estar de acuerdo con todos los argumentos, datos y reflexiones que se plantean en el artículo, pero resulta que tras la queja lógica e inconstestable  sobre trabajo fílmico no remunerado, pasión vocacional, contabilizar económicamente la implicación desinteresada etc etc, pues resulta que al final del artículo los directores declaran de donde viene su sustento económico. No es del cine, cierto, no es de sus películas, pero bueno, uno da clases de cine en no sé donde, otro realiza spots publicitarios y vídeos industriales etc etc. Y de eso se quejaban.

Y en eso iba yo pensando al salir del restaurante. 
Era domingo y el fin de semana había sido brutal. Doce horas de curro el viernes y otras doce el sábado. El domingo fueron solo seis horas pero con toda la intensidad de un domingo a mediodía en un  restaurante de moda.

Salí rápido porque habíamos citado al equipo a las seis y ya eran las seis, así que no me dio tiempo de cambiarme de ropa y fui a rodar con el uniforme de camarero. Por el camino los pies empezaron a darme latidos. Tantas horas de pie.
El truco está en embadurnarse las plantas de los pies con polvos de talco antes de empezar a currar. No elimina el dolor, pero lo reduce.

También me escocía un poco el roce entre el muslo y la huevada. Ya saben, de tanto andar rápido de allá para acá se va irritando esa parte.
Tendría que haberme ido a casa, ducharme, ponerme en esa zona una pomada especial que todo camarero sabe cuál es, cambiarme de ropa y entonces irme a rodar el corto.

Pero no había tiempo, si quería rodar esa tarde.

Caminando hacia la citación me empezaron a dar mareos. Claro, no había comido. En hostelería no comes hasta que se termina el servicio, porque la hora de comer es la hora en la que tú le has de dar de comer al cliente. Y yo no podía quedarme a comer si quería rodar esa tarde.

Bueno, me pillo un sandwich frío o una chocolatina en la gasolinera y escapo. 
Mientras eso sucedía, no dejaba de pensar en los planos, los ángulos, las pautas de interpretación... y en  que jamás me quejaría y en lo feliz que sería si pudiera dar clases de cine en no sé donde o realizar spots publicitarios y videos industriales para sobrevivir...

Miré atrás en el tiempo, y visualicé muchas fotos de rodaje e imágenes de making of, incluso de estrenos y proyecciones en las que, durante mas de una década, me podía ver a mi mismo dirigiendo o presentando vestido de camarero.




   Llegué a la localización y vi a un equipo ilusionado, actores y actrices, operador de cámara y técnico de sonido, todos amando lo que íbamos a hacer y creyendo en el proyecto y en el guión.
Y entonces los pies dejaron de darme latidos y me empezó a latir el corazón.