martes, 5 de noviembre de 2019

Ese leve hueco emocional

   
Si no has sentido nunca la necesidad vital, realmente vital, de rodar, no vas a entender esta entrada.

Y es que a mi me va la vida en esto.

Me pasé todo el año 2019 preparando el rodaje de un cortometraje que, a última hora, casi en el tiempo de descuento, se frustró por motivos económicos de una subvención que desapareció igual que llegó.
Organizas todo en tu vida, pides las vacaciones en determinadas fechas, haces reuniones de equipo, incluso llegas a rodar algunos planos y al final... nada.
Imagínense el vacío después.

Se te queda un huequito en el ánimo, en lo emocional, que solo puede llenarse con otro rodaje.
Calma la sed.

Así que después de la pataleta, las maldiciones e improperios, que me duraron un par de semanas, respiré profundo y me puse a preparar el siguiente cortometraje. Tenía claro que no iba a dejar pasar el año sin rodar una obra nueva, porque eso si que sería un fracaso en toda regla.

Rastreé en mi disco duro a ver si había algún guión por ahí olvidado que no hubiéramos rodado aún, y había unos cuantos. Algunos poco asequibles y otros que no me interesaban demasiado ahora mismo.

Lo único que me llamaba la atención era un guión de largometraje que había escrito hace poco, pero no era plan de meterme en un largo sin presupuesto.
Pero revisándolo me encontré con una secuencia que, con algunos retoques, y añadiendo y quitando de aquí y de allá, bien podría mantener una coherencia y un discurso por si misma.

El tema a elegir era la violencia de género, tan tristemente presente en nuestra actualidad, y que me permitía seguir la estela de la radiografía social de mis anteriores trabajos, como la explotación laboral infantil en "la Muñeca Rota", la prostitución en "Como Agua Sucia", el reto social de la juventud en "Los Días vacíos" o la memoria histórica en "el Zoo de papel".

La realidad es que no había ni un duro para hacer esto. Al final me gasté entre pitos y flautas unos 200 pavos mas o menos, una mierda comparado con la subvención que primero nos dieron y luego nos quitaron, pero ¿Quién necesita subvenciones teniendo amigos?

Esteban puso la cámara, Paco y Rafa trajeron las luces, May el sonido, cedido por Mendo.
Bárbara hizo de ayudante de dirección, un feliz descubrimiento para mi, que por fin encuentro a alguien que sepa hacerlo mas que bien. Anita en el maquillaje como siempre para no variar en nuestro corto juntos número chorrocientos. Cathy me ayudó como coach de interpretación, y Quintanilla en producción, consiguiendo lo imposible, como el permiso para rodar en esa guagua donde transcurre gran parte de la acción.


Maigualida y Esteban

Por cierto, desde aquí agradecer infinitamente a Guaguas Municipales de Las palmas, y en especial a Yudith, la conductora (o choferesa, como nos dijo ella) por la infinita paciencia que tuvo con nosotros. (ahora echa por esta calle, ahora por aquella, por donde no haya mucho sol, ahora para, ahora arranca, volvamos a la estación, ahora otra vez para allá...)




Todo ese trabajo desinteresado de todo el equipo, ese crowfounding emocional, por amor puro y duro al cine, si lo vas a cuantificar en dinero, te aseguro que sobrepasa los 11.000 euros de aquella puñetera subvención.

Ya, ya lo sé. Así no se hacen las cosas. Tan apresuradas, todo por amor al arte. Hay que presupuestar, inflar, escribir memorias, declaración de intenciones, listado de necesidades, certificados de residencia, baremos de paridad... para que después de ese curro no ruedes.
Mira, al menos así ruedo un corto. De la otra forma... no.




Bueno.
En el apartado interpretativo esta vez era complicado. El guión hablaba de dos personas muy mayores y de dos adolescentes, así que no podía tirar de mis habituales.
Primero fiché a mi hijo Víctor, que para eso tenía cuña con el director. 


Víctor y Nicole

También a Don Luís, padre de mi amigo Luís Alberto Serrano, que tenía la edad y el físico perfectos para el papel.
Luego me acordé de Yldaura suárez, con quien había rodado "Hanna después del tiempo" quince años atrás. La llamé y a pesar de sus noventa años, se apuntó con el entusiasmo de una quinceañera.


Ani maquillando a Yldaura (2019)



Ani maquillando a Yldaura en "Hanna después del Tiempo" (2004)

   Y otra quinceañera es lo que necesitaba para hacer pareja artística con Víctor.
Esto fue mas difícil.
Y es que muchas chicas jóvenes quieren ser actrices, pero si en el guión hay alguna escena desagradable pues igual ya no somos tan profesionales.
Y tampoco es que hubiera escenas escabrosas ni nada de eso. Alguna palabrota fea y algún abrazo. Poco mas.
Así que tras varias candidatas que rechazaban (o eran sus madres las que lo rechazaban) el papel, me acordé de mi prima (que no se diga que no hay nepotismo en el cine canario) de catorce años, Nicole, que había hecho algo de teatro y quería ver como era esto de hacer películas.

Y tengo que darle las gracias a ella y a las actrices que rechazaron el papel previamente, porque me hizo descubrir en Nicole un diamante en bruto, con una capacidad dramática innata que de explotarla correctamente podría llevarla muy lejos.


Nicole Díaz


Dos jornadas. Un poco apresurado todo, tanto que aún no tengo ni el título del corto.
Me pasé la noche anterior haciendo sandwiches para el equipo, y mi madre que fue de figurante hizo truchas de batata, Luego, los que teníamos aún fuerzas después del rodaje, nos fuimos a comer algo por ahí.

Y eso es todo.
Ahora pasaré un par de semanas editando, corrigiendo, sacando copias previas etc etc, y así llenaré ese huequito emocional por un tiempo... 

...al menos hasta la próxima.