Hubo un tiempo en el que en Canarias existían muchos festivales de cine: El festival Internacional de Las Palmas, el Festivalito de La Palma, el Festival Imacine de Maspalomas, el de Playa de Las Américas, La Orotova, Dunas, Lanzarote...
También había una Escuela de Actores de Canarias, donde los alumnos se formaban en el dificil arte de la interpretación, para luego salir al mundo, contribuyendo con su talento al enriquecimiento cultural del panorama tanto cinematográfico como teatral de nuestras islas.
Había ayudas a coproducción, ayudas a escritura de guiones... (mal planteadas, vale, pero el concepto tiene derecho a prevalecer sobre la mala práxis...)
Había un catálogo de cortometrajes (también mal planteado) pero que servía para mostrar las obras canarias en las islas y en Madrid.
No había industria, cierto, pero con un poco de estímulo en la dirección adecuada por parte de las instituciones, y al calor de las nuevas tecnologías, podría haberse logrado.
Había salas privadas como el Monopol, que contribuían a mostrar estos trabajos, escaparates para dar salida a las obras. Había otras salas, públicas, que eran mas jodidas a la hora de poder proyectar en ellas, pero que al fin y al cabo, estaban ahí, para cine, para teatro...
Todo esto representaba una motivación, un estímulo para los creadores con inquietudes que creaban sabiendo que podrían mostrar sus trabajos al público en unos niveles aceptables, que podrían ver recompensado su esfuerzo con la posibilidad de estar presentes en alguno de esos festivales.
Nació así, de forma natural, toda una generación artística, cada uno de su padre y de su madre, sí, y muchas veces unos se cagaban en los padres y madres de los otros, sí, también, pero imperceptiblemente retroalimentados.
La Plaza Cairasco respiraba arte en Marzo. La oblicua salida del Tea después de un estreno, las terrazas de la plaza de Las Ranas...
Pero de pronto, no me pregunten porqué, los simios se hicieron con el control de todo...