sábado, 30 de abril de 2011

La Anécdota de los cojones.


CORRÍA EL AÑO DEL SEÑOR DE... BUENO, FUE EN EL 2008 O 2007


   Por aquellos años, yo estaba trabajando en el restaurante del hotel NH Imperial Playa, en Las Canteras. Un buen día apareció por allí Mercedes Afonso, con su equipo de rodaje. Estaban inmersos en la producción de "El Amor se mueve" su largometraje, del cuál algunas escenas se rodaban en la avenida de Las Canteras.


   Así que cortaron para comer y yo fui el encargado de servirles unos bocadillos y unos cafés.
   Allí, al lado de Mercedes, estaba Loli Marrero, la que fuera en otro tiempo máxima responsable del Socaem. No sé si estaba allí simplemente acompañando a Mercedes, como en una visita de cortesía, o en "misión oficial". Pero eso es lo de menos para lo que quiero contarles.


   Mientras yo servía bocadillos y cafés al equipo de rodaje, me divertía notando como Loli me miraba de vez en cuando. "¿de que conozco yo a este tío?"


   Al final, cuando ya abandonaban el restaurante, Loli se me acercó. 
-"Oye, ¿tú no tienes un hermano que es director de cine?"-


   Tuve que sonreír. Loli y yo habíamos coincidido un millar de veces. Tuvimos mucho contacto durante el proceso de mi primer corto, y luego habíamos coincidido en Madrid en el Cine Capitol durante el estreno de ese mismo corto dentro del antepasado del actual catálogo. En fin, que ella me conocía de sobra. 
   Pero no le cabía en la cabeza que yo estuviera trabajando de camarero en un hotel, por eso su mente prefirió pensar que aquel no podía ser yo, que tenía que ser mi hermano gemelo.


   Pues lo cierto es que, exceptuando casos muy concretos, muy pocos de los realizadores canarios pueden vivir del audiovisual. Y no ahora, con la crisis, sino de siempre.


   Tengo amigos, gente con un enorme talento creativo, que sobrevive colocando persianas en las ventanas, o pintando casas, o trabajando en cadenas de comida rápida.


   Y así nos va. Nada de lo que se está haciendo contribuye a la creación de un tejido industrial para el audiovisual. Los trabajos subvencionados que se realizan con el dinero estatal, pueden sacarse adelante gracias al trabajo desinteresado de muchas personas que trabajan gratuitamente en ellos. 


Hay veces que cobran, sí, pero de una forma simbólica, que nunca les permitirá vivir de su trabajo audiovisual.


   La mayoría de las veces, estas personas firman un papel de capitalización de sueldos que justifican un presupuesto inexistente. Esto tendría sentido si los cortos en los que trabajan así dieran algún día beneficios económicos y a ellos les tocara su parte, pero esto no suele suceder, y cuando sucede, las productoras no consideran que les deban ningún dinero a esas personas.


   Y así seguiremos. Espero que algún día las instituciones se den cuenta de que esos camareros, pintores, peones de obra etc etc no son nuestros hermanos gemelos, sino nosotros mismos.