El blog desde las vísceras de la indigencia cultural por Daniel León Lacave
jueves, 23 de agosto de 2012
Editando La Nada
A veces la vida te hace regalos inesperados. Nada material, no, más bien algo espiritual que enriquece y satisface las inquietudes artísticas.
Y esto me ha pasado gracias a que mi amiga Fátima Luzardo (a la que mis mil doscientos millones de fans recordarán como la actriz que hacía de ´la señora´ en "Cerca del Mar"), me ha invitado a elaborar el montaje de su película "La Nada Cotidiana".
Sinceramente, no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar al abrir las imágenes.
Sí, había visto fotos del rodaje en el Facebook, y Fátima me había enviado el guión, pero así todo, en esto del cine, son las imágenes las que hablan.
Y vaya si hablaron.
Los planos fueron fluyendo del disco externo y se colocaron ellos solitos en la linea de tiempo, como puñeteros retales de poemas de Walt Withman o algo así.
Planos que hablaban de... nada, sí, de nada, pero es que para (no) hablar de nada, hay que saber hacerlo. Hay que saber cuando sobra la palabra, cuando la mirada ha de estar perdida. Hay que escuchar un paisaje del mar en silencio, o un ruidoso pero mudo tranvía que circula de noche.
Sí, hay que saber, y no todo el mundo sabe.
Tardes y dioptrías cedidas a la pantalla del ordenador mientras afuera el mundo ajeno sigue a su propio ritmo, para acceder finalmente a un pequeño agujero en la pared, un ojo de cerradura por el cuál ver la belleza, la tristeza, la ilusión y la soledad que nos brinda esta "nada cotidiana".
En este (sorprendentemente) primer trabajo tras la cámara como directora de Fátima Luzardo, los planos dicen lo que los personajes callan, y la cámara, estática de corazón, simplemente está ahí, sin alardes, sin prepotencia.
Tierna declaración de amor a La Laguna en la que la ciudad es un personaje más que se entrelaza con unos hombres y mujeres que podríamos ser cualquiera de nosotros, interpretados de hecho muchos de ellos por no-actores.
Y como es de bien nacidos ser agradecidos, sólo me queda darle la gracias a Fátima Luzardo por haberme dejado entrar en este proyecto y por haber confiado en mí como montador de su corto-largo.
Espero que pronto se pueda ver este bonito trabajo al que le deseo una larga vida en el mundillo absurdo del cine canario.
Y si no es así, al menos nadie nos quita ya lo bailado.