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Una película:
Imagino que las elecciones emocionales,
más que racionales, obedecen a periodos y experiencias concretas de nuestra
existencia. Así que voy a hacer trampas, no puede escoger una única obra
cinematográfica porque no me ha marcado una primera y única película, esa que
normalmente ponen los cineastas como ejemplo para decir “esta es la que me
empujó a querer hacer cine, etc.”. Me resulta, al menos a día de hoy,
totalmente imposible pensar en una.
De chico me gustaban las pelis de los hermanos Marx, aunque no sé si las entendía,
pero me gustaba ver a esos chiflados correr arriba y abajo diciendo y haciendo
tonterías. Hay una película que nunca me dejaron ver en televisión por culpa de
los rombos, y que tuve que esperar hasta el inicio de la pubertad para verla:
“King Kong” firmada por Merian C. Cooper
y Ernest B. Schoedsack, película que me adelanta a las sensaciones sexuales
desaforadas, con ese irracional enamoramiento enajenado del gigante, pero
también es más, me conecta con algo primitivo, con el inconsciente. En los cines del barrio me gustaba ver
películas del género japonés de desastres y monstruos radioactivos, seguramente
malas de solemnidad, pura destrucción y miedo de cartón piedra, el ancestral
miedo japonés al desastre natural y al nuevo terror creado por el hombre a
partir de las miserables hecatombes nucleares. Un poco más adelante, ya siendo
carne cinéfila, me atrapó “La noche del cazador”, la única película dirigida
por el actor Charles Laughton, que
tuve la gran suerte de ver en pantalla grande gracias a esa sana costumbre que
eran las reposiciones. Me pareció una obra fascinante, sutilmente monstruosa al
tiempo que poéticamente poderosa en sus imágenes. En la misma tesitura de
reposiciones o reestrenos, una gigantesca oda humanista y naturalista: “Dersu Uzala”,
de Akira Kurosawa, y un grito ensordecedor sobre el pavor nuclear filmado por
Shohei Imamura, “Lluvia negra”. Y en este momento de la mediana edad, sentí
algo conmovedor con la suavemente catártica “El bosque del luto” de Naomi Kawase y con el pequeño milagro,
ni ficción total ni documental total, que es “Le quattro
volte” de Michelangelo Frammartino.
Ya está hecha la trampa.
- Un
director:
Igualmente me resulta injusto elegir a un único director, pero si
debo definirme por uno faltando el respeto al puñado de autores que me gustan
sobremanera, entonces me quedo con Aki Kaurismäki.
Todas sus películas, creo que no llegan a veinte, me parecen
magistrales, con su humor negro e inteligente, mayormente silencioso y crítico,
demoledor, pero su estilo no es el del poseído por el ego intelectual y
artístico, no hay pose artística en Kaurismäki, este es un socarrón de cuidado.
Y si me lo permites, y por mi recorrido como aprendiz de fotógrafo, voy a
nombrar a dos directores de fotografía por lo que me han aportado: Sven Nykvist por su casi veintena de excelsos
trabajos con Bergman y por su única
colaboración con el gran Tarkovsky, “Sacrificio”,
y el español Luis Cuadrado, con su fotografía
de contrastes en los paisajes en blanco y negro de “La caza” de Carlos Saura y la sublime desde todo
punto de vista de “El espíritu de la colmena” de Víctor Erice, obra total.
- Un
actor:
Lo mismo digo, elegir sólo uno se me hace extraño, pero tengo un cariño
especial por el tándem Marcello Mastroianni-Massimo
Troisi en “Splendor” y “Che ora è”, ambas de Ettore Scola. Mastroianni era un monstruo absoluto, imposible no
quererle. Y Troisi me embriaga en
esas películas con su aspecto de hombre algo frágil, extraviado y soñador. Y en
“ Il Postino”, su última película y gesto en este mundo, está genial.
- Una
actriz:
Me vuelvo a repetir, cuesta escoger sólo una, pero me decanto por una
actriz que sólo recuerdo haber visto en las películas de su marido Aki Kaurismäki, una mujer de
expresividad seca, estoica, imagino que por guion, Kati Outinen, acompañada siempre por una galería de personajes
desheredados pero sin alarmismos.
- Un
papel que te hubiera gustado hacer a ti:
Ninguno. No me gusta pensarme como
actor, que me parece uno de los oficios artísticos más complejos, difíciles y
complicados. Por añadidura, cuando un “no actor” hace un buen papel me asombra
y emociona. Actuar bien es difícil, y dirigir actores también, yo no sé hacer
ninguna de esas dos cosas.
- Tu
escena más difícil:
En el cine, como en la vida, casi todo me resulta difícil,
aunque sólo haya rodado cortitos y un largo documental casi minimalista. He
tenido, como autor y como colaborador, momentos muy malos (también buenos) no
sé si más difíciles o más desagradables, y en esos momentos lo que hay que
hacer es respirar, calmarse y ver cómo solucionar las cosas. Sé de buena tinta
que algunos rodajes pueden restar salud a la gente. Por eso en mis trabajos no
se me apetece complicarme demasiado, no tengo un espíritu ni un físico a prueba
de bomba, la paciencia vital tienen un límite, no me gusta en la creatividad el
masoquismo ni la aparatosidad, me hacer sentirme incómodo. Quizás esto denote
falta de ambición por mi parte.
Desde el punto de vista más
interno del cine, de las cosas más o menos complejas de los trabajos en que he
participado, quizá lo más difícil sea alguno de esos momentos dramáticos o
trascendentes donde un actor o actriz tiene que hacer algo delicado, como
llorar de verdad, y lo puedes estropear fácilmente con una luz inapropiada, un
mal encuadre o posición de cámara o una mala dirección. Hacer cine, chico o
grande, pobre o rico, sencillo o aparatoso no es cosa fácil, son demasiados
detalles a tener en cuenta. Si no, miremos lo que le pasó a Tarkovski al final
de un rodaje, cuando se le estropeó la cámara en mitad de un plano secuencia,
desde un trávelin y mientras ardía, envuelta en auténticas llamas, la casa de
la película.
- ¿Qué
no harías en una película?:
No mataría ni maltrataría animales. Tampoco me
gusta aprovecharme de la gente o tratarlos como a cosas, o pensar que están ahí
sólo para hacer realidad mis únicos deseos o delirios.
Y luego está el
tema de los niños, es muy delicado. Me fastidia ver como en algunos trabajos,
cine y publicidad, se les exprime, o cómo le hacen decir o hacer cosas
estúpidas. Tampoco me interesa para nada pensar en hacer cosas para un mercado.
Tengo ciertas dificultades para encarar la vida desde ese punto de vista, nunca
he sido muy pragmático ni materialista, aunque lo haya intentado por épocas.
- ¿Qué
echas de menos ahora en comparación con tus primeros trabajos?:
Como responsable
de obra propia seguramente nada, ya que empecé ayer. Y de mi actividad como
colaborador de equipo en la cámara seguramente ciertas ganas de hacer cualquier
cosa, de acometer todos los estilos. Aunque tampoco es que lo eche de menos, ya
no se me apetece meterme en todo, me he cansado un poco, esa es la verdad, haces
trabajos de toda índole durante años, en algo que se supone que te gusta y
disfrutas, pero vas perdiendo poco a poco cierto interés. Algunas cosas, a la
larga, pueden llegar a saturar, a cansar. Mejor tomarse la vida con
tranquilidad.
- Un
libro:
Rescatar uno me resulta imposible. Hay libros que te marcan
misteriosamente. Como recordatorio de varias épocas de mi decurso me quedo con
“El extranjero” de Albert Camus, “Niebla”
de Unamuno, “El lobo estepario” de Herman Hesse, “Los vagabundos del dharma”
de Jack Kerouac,”Memorias de Adriano”
de Marguerite Yourcenar o “Meditaciones” de Marco Aurelio.
- Un
personaje histórico:
Uno no puedo, mejor dos, Gandhi y Sócrates, un complejo pacifismo
activista por un lado y un reflejo de correcta y coherente actitud moral y humana
hasta el final por el otro.
- Un
plato de cocina:
Todas las variantes que permitan las verduras y legumbres. He
descubierto sabores inimaginables y escondidos en platos que no se basan sólo
en carnes. Pero no soy buen cocinero.
- Versión
original o versión doblada:
Es un tema muy cansino. A mí me gusta oír la voz propia
incluso del peor de los actores o de uno que pasaba por allí y preguntó la hora
o habló del tiempo. Pero en eso no soy un dogmático recalcitrante, no me gusta
la imposición de los fascismos.
- ¿Qué
es lo que más te gusta de hacer cine?:
Si lo que hago se puede definir como
hacer cine, o aun no siéndolo, diría que entrar en un territorio misterioso, me
parece como explorar en una jungla o en un territorio desconocido para mí.
Concibo esto como un concepto de conocimiento personal y de creatividad o
necesidad de una comunicación artística, filosófica, moral, etc.
Cuando fotografío para otros
creadores me gusta la posibilidad de que me dejen cierto espacio de libertad
para seguir explorando desde las ideas del otro. Si no me dejan ese espacio de
libertad creativa me siento decepcionado y frustrado.
En lo personal, lo poco que he
hecho y hago no son más que experimentos y pruebas, ensayo y error, modestos
ejercicios para ayudarme a vivir y entender mi existencia y el mundo. Hacer
estas cosas me ahorra ir a terapias con un psicólogo, un psiquiatra o un gurú.
Lo que practico me interesa como disciplina de conocimiento al tiempo que como
ente artístico. Me gusta hacer este pequeño e indigente cine personal, estas
pequeñas piezas de ensayo y error, de una manera simple; una cámara decente y
un juego de microfonía es suficiente para mí. En ese sentido he ido involucionando.
Preferir las cosas pequeñas con equipos reducidos, por un lado es por
convicción y, por otro lado, por necesidad o realismo material, aunque uno
siempre quiere mejorar un poco ese lado material para expresar mejor sus ideas.
Es una majadería que el cine dependa tanto de la técnica, de tantas
herramientas tecnológicas,
de tantos conocimientos, pero esa es su naturaleza, ya nació así. Imagino que
todo en la vida requiere una combinación de conocimiento y técnica instrumental
guiada por talento o por simples ganas, o simplemente por seca profesionalidad.
Pero creo que en el cine se exagera esa necesidad de creatividad y técnica.
- ¿Y
lo que menos te gusta?:
De lo que he hecho como colaborador me abruma un poco
las cosas con mil ángulos de cámara y mil toques de luz para contar una misma
cosa. En el cine, hasta en el más pequeño, es fácil caer en el uso y abuso de
todo tipo de cacharros en pos de un conjunto de imágenes lo más rompedoras o
llamativas posible. Es para mí como una dislocación técnica que termina
dislocando también la narrativa. Pero es mi apreciación, no la verdad. Me
cuesta compartir esa otra naturaleza materialista del cine. No es ese mi juego,
pero la naturaleza del cine da para todos, para dar a cada uno lo suyo, y yo en
lo personal exploro el territorio que me interesa y cómo me interesa. Tampoco me
gusta ser un simple ejecutor, me hace sentirme muy frustrado y hasta me
encabrona, necesito creer e identificarme de alguna manera con lo que quiere
contar o expresar la otra mente creativa. También me disgusta no poder pagar a
la gente por sus colaboraciones, quizás por eso no diseño cosas complejas y que
se alarguen en días interminables, semanas, etc.; el trabajo y el tiempo de la
gente, para mí, es sagrado, y disponer de ese tiempo sin poder gratificarles en
algo se me hace muy complicado de digerir. Si puedo disponer de algún dinero
para pagar aunque sea simbólicamente a los pocos colaboradores mejor que mejor,
y si no, pues surge un gran dilema. Quizás por eso hago pocas cosas. Ojalá no
existiera el dinero, sino el intercambio de cosas, alimentos, ropa, alojamiento,
cariño, qué sé yo, intercambio de conocimientos y cosas así, un poco de todo.
Vamos, pura e infantil utopía, o más aún, imposibilidad, no realismo. Lo tengo
crudo, porque además no tengo espíritu de productor empresario y propiciador de
ayudas y otras financiaciones y, sinceramente, no creo que lo que yo quiero
hacer, si es que quiero o estoy capacitado para hacer algo, interese a algún
financiador, y mucho menos a los que se deben, mayormente, a un mercado
concreto. Y las nuevas formas de financiación colectiva por internet, etc.,
aunque me parece una fórmula digna, tampoco me veo capaz de levantarlas,
reconozco que soy un completo inútil cuando se trata de hablar o de pensar con
capital de por medio.
- Comenta
lo que quieras a modo de despedida:
seamos buena gente, no impongamos vainas y
malos rollos a los demás. Ya esta vida se expresa de manera patética con el
sistema de las cosas que hemos creado, con esa caída de los valores humanos y
esa desconfianza hacia el otro. Así que sólo toca intentar ser mejores, no para
competir sino para cohesionar a la humanidad con todas sus diferencias y
matices. Gracias por permitirme hablar un poco sobre todo.
¡¡¡Gracias a ti, amigo, por acceder a esta entrevista, y por tus respuestas!!!