sábado, 2 de febrero de 2013

Debajo de la mesa


   A veces le doy pataditas debajo de la mesa, cuando estoy sentado ante el ordenador.
   La guardo ahí, porque realmente no sé donde dejarla.
La tuve un tiempo en el cajón de los calcetines, pero la cambié de sitio, porque con ella dentro el cajón pesaba demasiado, y es de los pocos cajones que abro todos los días...

   La tuve encima del ropero, cogiendo polvo, detrás del sillón, cogiendo polvo, en el ropero con las camisas del trabajo... pero era como un ex presidente del gobierno; estorbaba allá donde la pusieras.

   Ayer, haciendo limpieza, la tuve de peregrinación por toda la casa en busca de un sitio donde poder descansar en paz, pero finalmente volvió a su lugar natural, debajo de la mesa. De hecho, ahora mismo le estoy dando pataditas mientras escribo esto.

   Algunas veces la abro y me sigue fascinando su brillo, su redondez y el plástico que la resguarda, que jamás ha sido abierto.
  La pobre jamás ha sido proyectada. Nunca ha salido de su lata naranja.

   Creo que tiene dos gemelas por ahí dando vueltas, no sé exactamente donde.
   Una se usó en la Gran Vía de Madrid en 2004, después en Telde en 2005 y ahí le perdí la pista. 
Creo que era la copia de la Filmoteca, pero ni ellos mismos saben si la recuperaron.

   La otra estará usándose de mesita de noche o algo así.

  Y la mía.
He estado a veces a punto de cederla a la Filmoteca para que la guarden ellos, pero a última hora siempre me arrepiento, no sé por qué.

   Costó mas dinero sacar esta copia que rodar el cortometraje que contiene. Que absurdo ¿no?
Quiero decir que con ese dinero yo podría haber rodado dos cortos como el que contiene la lata.
¿O es que no se trataba de eso?

   Bueno, the times are changing o como se escriba...

Saludos (como diría Eduardo), desde debajo del ordenador...