O al menos eso nos enseñaban en aquel cursillo cinematográfico. Y nos preguntaban, con respecto es esos tres elementos, si el orden de los factores alteraba el producto.
Por supuestísimo que sí. ¿Y cuál sería el orden que ustedes preferirían?
Actualmente, en el cine industrial, el negocio prima por encima del arte y del medio de comunicación, y eso es lo que lo convierte en industria, y permite vivir de su trabajo artístico a miles de personas.
En Canarias no existe esa industria, y por lo tanto, muy pocas personas pueden vivir del cine. Entonces ¿Cuál es el orden correcto de esos tres elementos en el panorama canario? Quizás gracias a esa carencia industrial, los trabajos que vemos, sobre todo en el cortometraje canario, están impregnados de una independencia creativa que hace que el arte predomine sobre los otros dos conceptos.
Sin embargo... (siempre hay un sin embargo)... mi preferencia sería otra. Creo que el cine es un arma muy poderosa como medio de comunicación, como para que sea un simple juguete lúdico con el que pasar el rato.
De esta forma, el cine mundial nos ha ofrecido grandes obras de denuncia social, que no por su contenido han necesariamente de renunciar a la plasmación artística, pero que priorizan el concepto de medio de comunicación sobre los otros elementos.
En "El acorazado Potemkin" confluyen fondo y forma en un equilibrio envidiable. En "Novecento" contemplamos un enorme fresco pictórico.
Pero si trasladamos ese concepto al terruño de nuestro cine, de nuestra producción audiovisual canaria, hemos de admitir que encontraremos muy pocas obras de denuncia social.
Me viene a la memoria el "Negritud" (Patrick Bencomo 2008), o "Vidas desesperadas" (Domingo D. Ojeda 2008), y yo, por mi parte, aporté mi granito de arena con "Princesa" (2003) y "Los pechos de Paula" (2009).
Supongo que habrá algunas más, y que sus realizadores me perdonen por omitirles, pero lo cierto es que la denuncia social y política casi que brilla por su ausencia en nuestras filmografías.
¿Y por qué? Vivimos unos tiempos revueltos, de esos de negras tormentas que agitan los aires, lo cuál sería un caldo de cultivo casi imponderable para que nuestros cineastas se volcaran en la protesta, en la denuncia, en el grito. Y sin embargo nadie plasma las manifestaciones, la crisis, los porrazos de los maderos, los desahucios, los despidos, los abusos de los empresarios, los privilegios...
Ya sé que cada uno debe de rodar lo que quiera y sienta que debe rodar. Sólo digo que me extraña que no haya mas cineastas queriendo y sintiendo contar lo que pasa a nuestro alrededor.
Y yo entono el Mea Culpa. Desde "Los Pechos de Paula" (2009), he rodado varios cortometrajes, y con la única excepción de "En el Lago Azul" (2010), todos los demás han sido trabajos intimistas, personales, existenciales si me permiten la expresión.
Hergé, el dibujante de Tintín, pasó la guerra mundial y la ocupación germana de Bélgica dibujando historias de puro escapismo. El que había sido en sus primeros albúms un espejo político de la situación mundial, se dedicó a visitar islas misteriosas, a buscar tesoros hundidos.
Ésto es sin duda comprensible, en el contexto histórico de la ocupación nazi, pero ¿Y ahora? ¿Qué nos pasa?
Y lanzo una pregunta / reflexión a los directores canarios, críticos de cine, público, amigos y enemigos, que me leen:
¿Tenemos los cineastas canarios una responsabilidad civil, como creadores, de trasmitir la realidad social de nuestro tiempo, de comunicar, como otrora los Bertolucci y Bardem, o Goya, pintando los fusilamientos desde su ventana? ¿O por el contrario, podemos permitirnos, en los tiempos que corren, el lujo cultural de los neutrales, del que habló Celaya?