jueves, 20 de marzo de 2025

Una mañana de teatro en el Tomás Morales

 



Hoy tuve el placer de asistir, en calidad de invitado, a la representación de varias pequeñas obras de teatro materializadas por los alumnos del Instituto Tomás Morales de la capital grancanaria.

¿Qué decirles? Para mi ha sido uno de esos días en los que te reconcilias con la humanidad, ya que todo el que me conozca sabe que cada vez soy más antisocial y cada vez me cuesta más salir al abismo monstruoso que hay más allá de la puerta de mi casa.

Sin embargo, allí estaba yo esta mañana, sentado en la primera fila de un pequeño aula de instituto.

¿Y por qué digo que estas cosas me reconcilian con el mundo? Porque no hay nadie en este planeta que me pueda convencer de que lo que yo pude ver hoy carece de valor.

Sí, tres obritas de instituto. Sí, obras amateurs hechas por estudiantes. Cierto... 

Pero ¿Y la pasión y la ilusión? ¿Es que acaso eso no tiene valor? Me atrevería a decir que es lo que más valor tiene en este mundo, cada vez más deshumanizado. Y de eso, de  ilusión y pasión por lo que estaban haciendo, los alumnos de esta mañana iban sobrados. Ojalá pudiera ver lo mismo en los ojos de muchos profesionales con los que he trabajado.

Además pude detectar a verdaderos diamantes en bruto, algunos con un potencial impresionante que sería una pena que no se desarrollara artísticamente. Para eso debería estar el sistema educativo, creo yo, Para detectar cuál es el potencial de cada alumno  y redirigirlo en esa dirección. 

Ojalá en mi época de estudiante hubiera existido algo así. O al menos algún profesor como los que vi hoy, apasionados por encauzar a sus pupilos hacia alli donde puedan destacar y desarrollarse.

Estoy convencido de que entre los alumnos de hoy podría estar la próxima Carla Simón o el siguiente Alejandro Amenábar. Sólo hay que hacerles ver de lo que son capaces.

Y bueno, sobre el amateurismo ese que hablábamos antes... ¿Qué es ser amateur? Amateur no es sinónimo de "malo", sino de que no se cobra por ello. He visto cortos amateurs mucho más interesantes que cualquier superporducción de Hollywood.

Así que ahí, de repente, de forma visceral me salió ofrecerme para darles un curso de cine, para que hagamos un corto, que cuenten conmigo... y todo gratis.

Sí, gratis, porque algunas cosas no se pagan con dinero. 

Uno de esos cursos que algunos de mis colegas directores cobran a 3.000 pavos sin ruborizarse, yo estoy dispuesto a hacerlo sin cobrar. Porque creo en que la siguiente generación debe ser mejor siempre que la anterior, y ayudar a alguno de esos diamantes en bruto a encontrar su camino para mi no se paga con nada.

Me quedo con las caras de ilusión de los alumnos cuando les planteé el curso.

 Eso sólo ya vale más que cualquier otra recompensa.