miércoles, 13 de agosto de 2014

Robin Williams o La memoria de los muertos.

   
   Hoy todo el mundo anda compartiendo en las redes sociales eso de Oh Capitán, mi Capitán. Ya saben, el inmortal de Withman que popularizó el actor Robin Williams en uno de sus mejores papeles en esa película ya de culto de Weir que fue "El club de los poetas muertos" (1989).

   Los poetas muertos fueron, como no podía ser de otra forma, una inspiración para los que éramos adolescentes en aquellos años 80 y guardábamos en nuestro interior alguna que otra inquietud artística.

Carpe diem... cuando tienes 17 años... ¿Cómo no iba a llegarte al alma?

   Luego creces, maduras, y aunque el adulto que eres se ha ido construyendo sobre el adolescente que fuiste, pronto comprendes que el carpe diem del profesor Keating es como los reyes magos, o las judías mágicas.

   Y empiezas a odiar a Keating, a Withman y a todos los poetas muertos por haberte engañado de esa forma, por hacerte creer que no te morirías de hambre como un puto indigente por dedicarte a escribir poemas, o a pintar cuadros, o a rodar cortometrajes... por hacerte creer que aquel alumno amante de la poesía se ligaba realmente a la rubia animadora por recitarle un par de poemas...

   Muchos años después, entré en el cine Royal, y aleatoriamente elegí una película de Robin Williams. No sé por qué, porque me caía bastante mal gracias a lo engañado que me sentía por la película de Weir.

   Lo que vi me reconcilió con él.
"La memoria de los muertos" (The final cut- Omar Naïm- 2004). 
Williams interpretaba a un ser torturado, porque conocía la miseria humana de primera mano.
En esta cinta de ciencia ficción, la empresa Zoë Tech se está haciendo de oro gracias al implante Chip Zoë que graba la vida entera de una persona. 
En el momento de su nacimiento se implanta el chip en el cerebro de los recién nacidos y así su vida queda grabada en imágenes para siempre.

Cuando mueres, se extrae el implante y todo el material de tu vida es montado y editado en lo que se denomina "Rememorial" y durante el funeral, se proyecta en forma de película.
Williams interpreta a  Alan Hackman, encargado de editar las imágenes de la vida de las personas, un hombre frío y cerrado en sí mismo, que tiene así acceso a la vida de los demás, sin secretos, al conocimiento de todos los pecados ocultos en lo mas profundo de cada ser humano.

Hackman, seleccionando subjetivamente los instantes de sus vidas, logra garantizar la absolución de los clientes más corruptos. Alan se ve a sí mismo como un "devorador de pecados" porque a través de su trabajo, tiene la posibilidad de perdonar los pecados a los muertos.

   Realmente demoledora.
Me gustaba pensar que ese Hackman / Williams era en el fondo una versión realista que ha madurado de Keating / Williams, y que vino para pedirnos perdón por las mentiras del Club de los poetas muertos, mostrándonos la verdad de la miseria humana.

   Y ayer se fue el auténtico Williams. Se colgó en su propia casa, tras intentar sin éxito cortarse las venas. No puedo ni imaginar el dolor ni la angustía...

   ¿Qué pasaría por su mente en ese último instante? ¿Carpe diem... o la memoria de los muertos?