lunes, 22 de agosto de 2016

Los violines del cine canario, "Calle Cloverfield 10" y la industria de marras

   
   Una vez dije en una entrevista que hacer cine en Canarias era como tocar el violín en el Titanic.
Ya saben. Hacer arte mientras todo se hunde.

    El discurso de siempre. Un montón de profesionales del cine que malviven en trabajos que nada tienen que ver con el cine.
   Hablamos mucho de invertir en formación. ¿formación? Ya. Una promoción detrás de otra de estudiantes de audiovisuales que surgen del Politécnico y que luego no encuentran una industria que pueda absorberles en el ámbito de un mercado laboral.

   No hace mucho, en su blog, el cineasta Iván López me difinió como "un francotirador, un cineasta outsider que paradójicamente aboga por la creación de una industria audiovisual en Canarias".

   Ciertamente necesitamos esa industria, y no ya por lo ya citado de la necesidad de crear un mercado laboral que pueda absorber toda esa formación profesional, sino también para que nuestras producciones dejen a un lado ese modus operandi consistente en pedir favores, apelar al altruismo, ese rodar a todo correr porque no tenemos permiso, ese vagabundear convenciendo a los dueños de los restaurantes para que nos dejen rodar en sus comedores y bares, corre corre que a las 12 abrimos al público...

   Dejar atrás esa sensación de estar siempre en deuda con un equipo al que no puedes pagar, y también esa falsa sensación de haber cumplido con ellos cuando les pagas de forma simbólica, cuando lo que realmente hay que hacer es inviable, que sería darles de alta en la seguridad social y firmar contratos...

Pero por otro lado...

No hace mucho estuve hablando con mi amigo Luis Alberto Serrano acerca de sus vicisitudes con respecto a su relación con los productores de su espectáculo musical de "La Movida Madrileña".

   Esa conversación me trajo a la memoria una película que vi hace poco. "Calle Cloverfield 10", ya saben. Seguro que la han visto. Si no es así, les aviso de spoiler.



La película tiene uno de los mejores guiones de los que he podido disfrutar en los últimos años.
   Un fanático de la supervivencia medio flipao rescata a una chica de un accidente de tráfico y la mantiene encerrada en el sótano de su casa, con la excusa de que afuera ha sucedido una catástrofe y es imposible salir al exterior.

   El guión original se titulaba "El Sótano" según creo. En principio uno no debería saber, en aras del suspense, si realmente ha sucedido alguna catástrofe en el exterior, o si el tipo está engañando a la chica para mantenerla allí con él.

"Calle Cloverfield 10" de Dan Trachtenberg (2016) con Mary Elizabeth Winstead y John Goodman

    Pero claro, cuando el guión llega a la industria, los lumbreras deciden convertir el thriller psicológico en la secuela de una exitosa película de extraterrestres llamada "Cloverfield" (Matt Reeves- 2008), pensando que como secuela de un film exitoso se garantizan la taquilla masiva.


  Y es cierto, pero si ya sabes que la peli que estás viendo es la segunda parte de una peli sobre una invasión alienígena, pues ya sabes que sí que pasa algo fuera del sótano, y que el tipo no la está engañando, y así se pierde todo el suspense y la emoción que el guión original desprendía.
   
   Y para colmo, le añaden una mierda de secuencia final, después de salir del sótano, en la que hay una pelea con un alien. Un cantoso pegote artificial que sólo fue añadido para justificar que aquello fuera una secuela y salvar el título.

¿conclusión?
La industria es necesaria para poder comer. Supongo que el guionista de "El Sótano" se fue felíz con un jugoso cheque en el bolsillo, aunque fuera a costa de ver su obra prostituida en aras del mainstream.

   Pero lo cierto es que la libertad creativa de la que gozamos en esta etapa, gracias a la revolución digital, no tiene precio artísticamente hablando.
No hay un productor que nos obligue a cambiar nuestro guión, ni a trabajar con este o el otro, ni a alterar finales o escenas.
Podemos hacer lo que queramos, como queramos... Pienso en los dos largometrajes que he rodado, y sé que nunca hubiera encontrado un productor que me hubiera permitido darle esos finales a mis películas... Y sin embargo ahí están. Dos largos terminados, acabados con total libertad creativa. Eso vale mas que nada en el mundo... ¿o no?...

Hambre física o artística.
Si tuvieran que elegir ¿Con cuál se quedarían?