martes, 24 de febrero de 2015

"Los días vacíos". (I) Más cine leve.

   

En la última entrada del blog En Pos de la Ballena Blanca, responsabilidad del incombustible Josep Vilageliu, el maestro volvía a la eterna disertación acerca de qué demonios es éso del cine leve.

   Josep nos vuelve a poner en antecedentes, hablándonos del origen del término allá por el 2010 en aquel rodaje suyo de "Naturaleza Muerta", y de cómo el actor Miguel Ángel Rábade aportó la etiqueta, esa que tanto granito en el culo ha provocado, a una forma específica de rodar películas.

   Y así todo, la definición sigue sin explicarlo claramente a nadie del mundillo, muchos de los cuáles a día de hoy se me acercan para preguntarme que qué es eso del cine leve, y algunos de ellos, que no lo dicen pero lo piensan, para reprocharme que si me creo el "guay" por eso.

   Y es que sigue siendo difícil explicarlo, ya que la levedad no reside en el resultado, en la temática elegida, ni en el estilo narrativo, sino en la filosofía de rodaje con la que uno afronta el proyecto.

¿Y por qué digo todo esto?
Porque el domingo pasado, tras terminar la primera jornada de rodaje de nuestro nuevo largometraje "Los días vacíos", Pablo García Gallego, nuestro director de fotografía, me comentó sus sensaciones acerca del rodaje de ese día.

"Está guay, porque somos pocos, hay buen rollo, y vamos rodando sin presión".

   Nuestro amigo Pablo acababa de definir el cine leve en una sola frase.

   Y es que éramos cuatro gatos: Yo dirigiendo, Pablo en la cámara, Paco en el sonido, Simmon manteniendo el reflector, y Cathy e Iván interpretando sus papeles.
   La citación era a las 12 del mediodía. Fuimos a comer a las 2, rodamos tres secuencias (bueno, dos y media, que la climatología no nos ayudó) y al final nos sobró tiempo y todo para irnos a tomar algo.

Vamos, cine leve... deberían probarlo alguna vez... la primera vez duele, pero luego ya todo es placer...


domingo, 15 de febrero de 2015

Se está mejor en casa que en ningún sitio



La verdad es que me quedé con la "magua".
   TEA Tenerife Espacio de las Artes proyectaba el Jueves pasado, junto con dos trabajos de dos de mis correligionarios leves, Josep Vialegliu y Eduardo Gorostiza, mi último cortometraje.

   "Nadie" fue un cortito que rodamos el año pasado entre cuatro amigos cuya única función consistía en quitarnos el mono de rodar, rodar lo que fuera.
   Estábamos tan enfrascados en el infierno de la post -producción del largometraje "Crónicas del desencanto" que casi se nos pasa el 2014 sin rodar ni un planito, y cuando caímos en la cuenta de ello, pues echamos mano de uno de esos guiones leves que esperan palpitantes en los cajones virtuales de nuestros ordenadores, y nos pusimos a ello.

  Bueno, a lo que iba.
Cuando estrenamos "Crónicas..." en Septiembre en el TEA no pude asistir por razones laborales, y esta vez me apetecía muchísimo darme el saltito a la isla vecina, y compartir pantalla, cañas y teorías sobre cine con mis amigos.

   Y digo esto porque es allí, en el TEA, donde eso se puede hacer.
Aún recuerdo cuando, allá por el año 2009, mi compi David y yo nos presentamos "por la cara" en el mostrador de entrada del TEA y dijimos que queríamos proyectar allí nuestros cortos.

   Yo, sinceramente, viniendo de una ciudad como Las Palmas, me esperaba algo parecido a un "vuelva usted mañana", o "eche usted una solicitud por triplicado, con un dossier en arial narrow al 12, incluyendo la memoria explicativa..."... pero no...

   Recuerdo que salió un señor y se presentó como Emilio Ramal, y amablemente nos enseñó la cabina del proyector, la sala de proyección, para luego pasarnos a un saloncito con una mesa donde estuvimos un buen rato hablando de cortos, de cine, de Blade Runner, de Stanley Kubrick... y finalmente se despidió con un "mándenme los trabajos y fijemos una fecha"....


   Igualito que el Guiniguada, oye...

   Y desde entonces, desde aquel lejano 2009, TEA y Emilio no han dejado ni un solo año de proyectar al menos un trabajo realizado por mi, habiendo proyectado allí casi la totalidad de mi filmografía, y las facilidades iniciales de aquella proyección se han mantenido, incluso mejorado.

   Por eso me quedé con la "magua" de ese puñetero avión que no salió a tiempo para depositarme "levemente" allí.
    Tras varias horas en la zona de embarque, tras regalarle mi desodorante al segurita del control (¿qué coño harán con los desodorantes que requisan?), y de comprar el tradicional muñequito para mi hijo en la tienda de regalos, cosa que sigo haciendo siempre que viajo a pesar de que el niño tiene ya su edad... pues me tuve que volver para casa. Me devolvieron el dinero, sí, pero ¿y la ilusión?

   Bueno. Se está mejor en casa que en ningún sitio. ¿o no?