martes, 29 de junio de 2021

Crónica de un salto al vacío



 Es la noche del sábado al domingo pasados. El finde pasado, vamos...

Son las 5 de la madrugada y en una casita de La Laguna en Tenerife un grupito de gentes del cine nos disponemos a rodar el último plano de un cortometraje, dando así por finalizado un intenso rodaje de cuatro noches.

Interior. Noche. Salón de la casa. 

El techo se rompe y a espaldas del protagonista vemos, desenfocados,  como dos de los personajes que se habían subido al tejado, caen dentro del salón.

Primero colocamos un foco cañón que hay que encender en el momento justo para simular que el techo se abre y entra la luz por el hueco.

Luego colocamos dos escaleras y muchas colchonetas. 

Uno de los actores dice que él no se tira, que ya no tiene edad para eso, así que el propio director se pone su vestuario y ensaya el salto.

No queda muy bien. Se nota que no caen de muy alto.

A la foquista se le ocurre una idea. Sentemos al protagonista en una silla y bajemos la cámara. Así parecerá que caen de mas alto.

Lo ensayamos y funciona.

El director se vuelve a lanzar, pero hay algo que no cuadra. La forma de saltar.

Lo intento yo, me dejo caer de lo alto de la escalera y mis casi 50 años me dicen que no vuelva a hacer eso en mi puñetera vida.

Entonces el director de fotografía suelta la cámara y lo hace él. Y mágicamente es perfecto. "Parece" que cae del techo. Así que el DOP  se pone el vestuario y deja la cámara al director y a la foquista.

Todos preparados. Dos escaleras, una para cada saltador. Yo, en calidad de Ayudante de Dirección doy las voces. Sonido dentro, cámara graba... El director canta acción. Unos segundos, y ¡Luz! Con una mano sostengo la escalera y con la otra enciendo el foco. Salta uno, salta el otro, aguanta el plano y corten.

Hemos cortado.

Debería caer serrín del tejado o algo, ya que el techo se supone que se ha roto. 

Repetimos.

Aguanto la escalera con los pies y la rodeo con mi brazo. En una mano el mando para encender el foco, y en la otra un puñado de serrín. El sonidista tiene otro puñado y los actores cada uno el suyo.

Sonido, cámara, acción, luz, serrín de los actores, salto de uno, salto del otro, serrín que tiramos nosotros...

Queda perfecto. No podemos aplaudir porque son las 5 y media de la madrugada en esas casitas terreras tan bonitas de La Laguna y no  es plan de molestar a los vecinos.

Luego grabamos algunos planitos recursos, y se acabó.

Nos quedamos hablando de cine allí mientras recogíamos el equipo, y nos sorprende el amanecer por las ventana.

Duermo como un bebé toda la mañana hasta el mediodía. Me ducho, me visto, me despido y me voy a comer a casa de unos amigos que viven también en La Laguna.

Mi amigo me cuenta que en ese mismo momento se está celebrando no sé qué encuentro de cortos en Tenerife o no sé qué festival o algo así.

Allí estará toda la élite, flor y nata del cine canario. Comerán canapés, habrá cóctel, y se pondrán sus propias películas y cortos los unos a los otros, se darán besitos con lengua entre ellos y se dirán lo buenos que son recíprocamente,.

En todo eso pensaba yo mientras, aún dolorido por el salto al vacío de la noche anterior, me iba al aeropuerto.

Desde la ventanilla del avión tuve una vista maravillosa del Teide durante la puesta de sol sobre el mar de nubes.

Lástima que con el móvil esas fotos nunca salgan bien.


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