sábado, 19 de julio de 2014

La persistencia de la retina

  

  La persistencia de la retina es ese efecto (o defecto, quien sabe) del ojo humano que nos permite creernos que las imagenes de la pantalla de cine se mueven realmente, cuando no es mas que una ilusión óptica de una sucesión de fotos fijas proyectadas a gran velocidad.

   Y el cine, desde sus comienzos, ha sido eso: persistencia e insistencia.
Todos conocemos la historia: En el Salon indien du Grand Café de París, donde tuvo lugar la primera proyección cinematográfica comercial, el 28 de diciembre de 1895, se proyectaron varias películas filmadas por los Hermanos Lumiere.  
  "La salida de los obreros de la fabrica Lumiere", "Llegada de un tren a la estación de la Ciotat", o "Una barca saliendo del puerto" son algunos de los primeros títulos cinematográficos que se ofrecieron a un asombrado público que pronto, a pesar del fracaso de asistencia de aquella primera sesión, comenzó a demandar aquel mágico espectáculo.

La salida de los obreros de la fábrica Lumiere

   El invento pronto se les escapó de las manos a los Luimere, y otros realizadores del mundo empezaron a explotar comercialmente el cinematógrafo, como un divertimento de circo puramente comercial, sin sospechar ni de lejos de su carácter artístico.
  Y lo curioso es que ya en esa remota época en pañales del cine, ya esos nuevos realizadores se lanzaron a filmar exactamente los mismos temas que habían elegido los Lumiere para sus cintas.
   Así, pronto se multiplicaron las películas que mostraban trenes llegando o saliendo de las estaciones, obreros u obreras entrando y saliendo de fábricas, así como barcas atracando y zarpando de puertos.

   Por ejemplo, "Salida de la misa de doce de la Iglesia del Pilar de Zaragoza" está considerada como la película que inaugura la historia del cine español. Dirigida por Eduardo Jimeno Correas, mostraba, pues justamente eso, gente saliendo de un edificio, al estilo de los obreros de la Lumiere.

   
A ésta le siguieron "Llegada de un tren de Teruel a Segorbe" (1896) o "Salida de los trabajadores de la España Industrial" (1897)...


Curioso... ¿o no?

   ¿Es que acaso no se les ocurría nada que rodar? ¿Ningún motivo nuevo que poner ante el aún primitivo objetivo de sus cámaras?
  ¿O mas bien.. es que "daban al público lo que querían ver"..?
   Pronto la gente empezó a hablar de ese nuevo artefacto mágico en el que podías ver en movimiento como un tren llegaba a la estación, o como unos obreros salían caminando de una fábrica. Comentaban lo que habían visto, y los que les escuchaban querían ver lo mismo, y acudían a las salas de cinematógrafo y pagaban por ver eso, precisamente eso. ¿Qué loco se dedicaría a rodar otra cosa, sin saber si el público querría verlo o no?

   Tuvo que venir Meliés, el mago de Montreuill para cambiar las cosas y aportar imaginación y arte al nuevo invento.

   Pero es para reflexionar ¿o no?
¿Qué ha cambiado realmente, en sustancia, desde esa época?
La primacía del factor negocio por encima del artístico han convertido a la industria cinematográfica en un especie de repetición de temas y esquemas narrativos que han acabado por producir una y otra vez la misma película con distinto título.

   Producir una película cuesta muchísimo dinero ¿Quién se arriesgaría a invertirlo en algo que no sabe si el público va a querer verlo?
   Hacen sus estudios de mercado, sus valoraciones y encuestas, y entonces interpretan que el público quiere ver, no sé, historias, por ejemplo, de meteoritos que se estrellan contra La Tierra... Entonces buscan algún guión sobre meteoritos en sus archivos, quizás escrito y comprado 20 años antes, se lo dan a algún guionista para que lo reescriba actualizándolo, y , hala, ya tienes un truño comercial como "Armaggedom"...
   Y lo peor no es eso. No. Lo peor es que entonces, la productora rival que ve que están rodando "Armaggedom" se lanza rápidamente a buscar algún guión en sus archivos para contrarrestar el tema, y así, el mismo año nos saturan con "Deep Impact".

   Piensen, si no, porqué el mismo año que se estrena "Robin Hood, el príncipe de los ladrones", se estrena también "Robin Hood, el magnífico". O porqué en un mismo año tuvimos que sufrir dos truños seguidos sobre cherleaders americanas, "A por todas" y otra que ya ni me acuerdo del título.

   Eso es la industria. 
Y ya aburre el mismo esquema, los mismos giros narrativos, los finales mas que previsibles...

   Por eso cuando algún productor se atreve a invertir en algo distinto, eso triunfa inmediatamente.
Los mas jóvenes que vean hoy "El silencio de los corderos" o "Seven" no podrán comprender que fueron cintas que marcaron el devenir de los thrillers que se produjeron en las siguientes décadas.

Así, la falta de industria significa hambre para los cineastas, pero también representa libertad creativa.
Paradójicamente triste.

A este respecto, siempre recuerdo una anécdota referente a Meliés.
En cierta ocasión, un empresario del cine le dijo al mago de Montreuill: "Su error, Sr Meliés, ha sido afrontar el cine no desde el punto de vista de un negociante, sino como un artista", a lo que Meliés le respondió: "Usted me halaga señor. Si no fuera por nosotros los artistas, ustedes los negociantes ¿qué venderían?".