jueves, 6 de marzo de 2014

Panero: Intervalos de cordura

"Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura" Edgar Allan Poe
  


Apenas conocí a Panero.
Alguna vez coincidí con él en el Esdrújulo, esa extraña cafetería / librería que no sobrevivió a las inclemencias del capitalismo y su mal parida crisis.
   Le recuerdo intentando recitarle un poema suyo a una por entonces novia mía mientras la dependienta le decía "ahora no, ahora no...".

   Murió con apenas 65 años mientras dormía (qué suerte) en alguna habitación de un manicomio en Las Palmas de Gran Canaria, que es como morir en un manicomio dentro de otro manicomio.
   Con él desaparece no solo un poeta maldito, sino uno de los últimos personajes urbanos que quedaban en esta ciudad que poco a poco ha ido perdiendo su personalidad diluída entre la locura estándar socialmente aceptada.

   También desaparece una fuente de inspiración para los "aspirantes a cineastas" grancanarios que, tras cruzarse con él por la zona de la calle Tomás Morales, siempre, a todos (no fallaba nunca) se les despertaba la "original idea" de hacer un documental sobre el poeta loco.

   Y es que se prestaba la cosa, claro.
"Se me ha ocurrido..." te decían apoyados en la barra del Imperial o La Viña (después Alboroque y ahora Se Traspasa) con un botellín en la mano.

   "Ya se ha hecho" decías...
   "¿sí? ¿Quién lo hizo?"

-Pues mira, obviando "El Desencanto" de Chavarri, pues... "Un día con Panero" de Jacobo Best, "Y el paraíso porque no queremos" de Guillermo de La Guardia, "Indiferencia o la negación de la tiranía" de Oreste Ramos, "Personajes al azar" de Carlos Reyes Lima... y unos cuántos mas que ahora mismo no me acuerdo...

"ya, bueno... pero yo quiero resaltar..."  Qué sí, hombre, qué sí, tú dale...

   Enfoques distintos sobre la figura de Panero, vale, pero que la cosa poco daba ya de sí. Quizás por esa razón se ha ido el poeta ¿quién sabe?.

   Y ya te digo, que yo apenas le conocí y poco puedo decir de él salvo lo que sé por los documentales. Por eso, me voy a permitir reproducir aquí un texto de Dácil León Lacave, publicado en Facebook tras conocer la noticia:

LEOPOLDO, NOSOTROS Y EL DESENCANTO

Tenías tus buenos momentos, en los que tu talento, tu inteligencia y tu extensísima cultura asomaban por debajo de la locura: te sacabas de la nada una lección magistral sobre Kierkegaard, escribías con nosotros “cadáveres exquisitos” y contabas chistes sobre el Anticristo.
Y después estaban tus malos momentos. No podía evitar pensar qué hubieras sido si no hubieras sido hijo de…., en el momento en que…, contra las mentalidades de…Si la vida no te hubiera destruido y vuelto a crear como un ser grotesco. Pero a pesar de los verdugos de almas te las arreglaste para decir lo que quisiste, a veces escudándote en su propio diagnóstico.
En mi cabeza siempre estarás asociado a la cafetería del campus del Obelisco, no a la cafetería real y objetiva, sino a aquél espacio socialmente construido en el que vivimos nuestro diminuto Mayo del 68 mientras comenzaba el siglo. Formabas parte de nuestro mobiliario urbano, consumiendo cigarrillos que, como el ave fénix, en cuanto se incineraban volvían a nacer en tu boca. Guarro, irreverente, insinuándote a hombres y mujeres, poniéndonos motes que algunos arrastramos durante años. Atravesabas como una exhalación la cafetería gritando algo ininteligible (tardé un mes en averiguar que gritabas “Empédocles de Agrigento”) mientras nosotros cantábamos, reíamos, planeábamos acciones contra tal o cual ley, tocábamos la guitarra, escribíamos poemas en servilletas, estudiábamos para el examen de Historia Antigua, debatíamos de lo divino y de lo humano, mientras un verde mar tropical crecía sobre las mesas de metal.
El espacio aún existe pero no es el mismo; normas y convenciones crecen como arboles pelados en un paisaje desértico, la magia se ha ido: tú no estás allí y nosotros tampoco.
(Dácil León Lacave)