No había alfombra roja ni etiqueta al vestir porque el tema no iba de eso.
Este no era un festival de falso glamour ni de poses rompecuellos en el fotocol, sino más bien un festival de personas, de sensaciones, de abrazos y sonrisas.
Es más, es éso precisamente lo que, a mi juicio, hace del Hendaia Film Festival un festival no ya necesario, sino imprescindible.
Imprescindible por su calor humano y su filosofía, pero también por motivos puramente artísticos, ya que tan sólo con echarle un ojo a su selección podemos apreciar como conviven y comparten pantalla cortometrajes de gran producción con obras leves, mínimas, indies e íntimas, obras que también existen aunque casi siempre se queden fuera de los circuitos y que reclaman su espacio y su pantalla sin complejos y con el mismo valor (o más) que los caros productos de acabados industriales.
Ángela Mejías lo ha vuelto a hacer. Con la fuerza de ese David que vence a Goliath ha vuelto a reunir una treintena de cortometrajes y cineastas en ese pequeño pueblecito del sur de Francia en la misma frontera con Euskadi que es Hendaya.
Y allí fuímos, repitiendo la experiencia del año anterior, mi amigo Lamberto Guerra y un servidor, con nuestros dos humildes cortometrajes bajo el brazo. dos piezas íntimas realizadas entre amigos y desde la carencia de medios mas hermosa que se les pueda ocurrir.
Sólo que este año, y por aquello de que la confianza da asco, conseguimos llevarnos con nosotros a parte de los partícipes de ambas obras, entusiasmados como estábamos por compartir la experiencia con los co-artífices de nuestras películas.
Así que nos plantamos en Hendaya toda una delegación canaria formada también por los intérpretes de ambos cortos como Borja Texeira, Lorenza Machín y Paloma Albadalejo, así como el compositor de las dos bandas sonoras Jonay Armas.
con Jonay Armas, Lamberto Guerra y Borja Texeira |
Y fue muy bonito reencontrarnos con todas esas maravillosas personas de la organización del festival que habíamos conocido el año anterior, Ángela, Nathalie, María José, o rostros conocidos de la anterior edición como Axier Salazar, Miriam Ortega o Iker Arce, realizadores vascos en sintonía con nuestra filosofía de ver el cine... y la vida añadiría yo.
con Iker Arce, Miriam Ortega y Axier Salazar |
También hubo tiempo para conocer nuevos talentos, como Rubén Sáinz, responsable de "Cirilo", un cortometraje redondo sobre la crisis al que yo hubiera dado el premio de la sección vasca sin dudarlo, pero que tuvo que conformarse con una mención especial, que tampoco es moco de pavo.
Rubén Sáinz |
Por cierto, que este año la calidad de la sección vasca era mucho mayor que la de la sección internacional, algo que quizás las otras comunidades autónomas deberíamos hacérnoslo mirar.
"Lituania" de Iker Arce, que se llevó el premio de guión es un buen ejemplo de lo que digo.
También andaba por allí Emilia Ruíz, realizadora catalana afincada en París que presentó "Indios y vaqueros", un durísmo cortometraje sobre la violencia de género, profundo y sin concesiones hacia el espectador en el que todos los personajes son víctimas y que mereció algo más en el palmarés, al menos premiar al niño actor David Crivillé que llenaba la pantalla con unos ojos inmensos y una interpretación que me puso los pelos de punta.
Con Emilia encontré en seguida puntos en común en nuestra forma de ver el cine, más allá de nuestra común alergia por los caracoles...
con Lamberto Guerra y Emilia Ruíz |
Coincidimos también con Edu Moyano, el tio mas odiado (es broma eh) en la edición del año anterior, ya que arrasó con todos los premios con su cortometraje "cretinos" y que este año estaba allí en calidad de jurado de la sección vasca.
Un gran tipo con el que nos echamos unas risas que valen mas que cualquier selección oficial.
con Edu Moyano |
Silvia Dotta, artista argentina que, sin ser cineasta, contribuyó a la fiesta cultural con una interesante exposición sobre el fileteado, que es un estilo artístico de pintar y dibujar originario de la Argentina de principios del siglo pasado, basado en líneas que se convierten en espirales, un cromatismo llamativo, el uso recurrente de la simetría, sombras y perspectivas.
Pese a nuestras coincidencias e intereses afines con respecto al arte y al cine, lo cierto es que cada uno de nosotros tenía puntos de vista y discursos propios, cosa que enriquece el panorama y las charlas, pero, una cosa es tener un discurso propio totalmente respetable, y otra cosa, con la que no puedo estar de acuerdo, es defender un discurso individualista basado en el egoismo racional a lo Rand.
Yo, que he recorrido el (no tan) largo camino que va desde el marxismo práctico al anarquismo visceral no puedo respetar un discurso así.
Bueno, que me lio y me pierdo y me voy por las ramas...
El premio gordo recayó sobre el corto argentino "Puertas adentro" de Eugenio Caracoche, un trabajo impecable de gran factura que revela una visión onírica y poética sobre el amor y la muerte.
Nada que reprocharle, pues, a este premio, salvando desde un criterio personal que a mi gusto el mejor cortometraje que pude ver en esta edición fue "The Chop" de Lewis Rose, una obra perfecta donde magistralmente se lleva al extremo de lo absurdo las diferencias religiosas del conflicto árabe israelí, a través de la historia de dos establecimientos de venta de carnes, uno musulmán y otro judío en Londres.
Perfecta y sin fisuras tuvo que contentarse con el premio al mejor actor para su protagonista.
Y hablando de premios, pues resulta que en esta ocasión nuestros cortitos canarios se volvieron ambos para casa con sendos premios.
Jonay Armas recibió el premio a la mejor música original por nuestro "Amanecer", dirigida por este que les escribe. Una banda sonora musical impecable que por fin se ve recompensada, claro que fuera de nuestra tierra, que no se diga que no valoramos lo nuestro.
Y según me soplaron después, "Amanecer" estuvo ahí ahí a puntito de llevarse algún que otro premio mas, pero finalmente no pudo ser.
Y la gran alegría de la noche la tuvimos en la mención especial del jurado para el cortometraje "Lo que no se ve" del realizador canario Lamberto Guerra.
Me voy a detener si me lo permiten un instante para analizar lo que digo.
"Lo que no se ve" es un cortometraje express, de apenas cinco minutos, pensado, escrito, rodado y editado en apenas 24 horas, y realizado desde la carencia de medios mas absoluta. Una cámara, un micro y unas actrices.
Estas circunstancias no son conocidas, ni tienen porqué serlo, por el jurado que ha premiado la película, así que el hecho de que un cortometraje de estas características, jugando fuera de casa y compitiendo con cortometrajes de una gran factura de producción y presupuesto, se alce con un reconocimiento a la calidad de su totalidad en un festival internacional dice mucho en favor de la obra y de su valor intrínseco.
Lamberto Guerra |
De cualquier forma, y contradiciendo todo lo que acabo de decir (así soy yo, carne de psiquiatra) me reafirmo en que los premios de un festival no quieren decir nada. No le otorgan mas valor a la obra de la que ya tiene. Al fin y al cabo, el fallo de un jurado no pasa de ser una opinión subjetiva de tres o cuatro personas que se alcanza en base a acuerdos, tiras y aflojas, negociaciones y concesiones hasta alcanzar un veredicto que satisfaga a todos los miembros del jurado.
Bastaría con cambiar a un miembro por otro y el palmarés sería totalmente diferente. Los premios no significan nada, solo el trabajo constante y la pasión infinita por lo que haces cuentan.
No me malinterpreten. Estoy muy feliz con nuestros premios, pero son lo que son. Nos los dan y eso que te llevas.
Poco más que añadir.
Si he de quedarme con algo, me reafirmo en lo que dije el año pasado después del Hendaia 2016.
Destaco la calidad humana, el compromiso emocional por encima de películas y premios. Lo importante son las personas.
Las lágrimas emocionadas de Ángela Mejías en el aeropuerto cuando nos despedíamos tras tres intensos días de festival.
Me quedo con eso, y ya nadie me lo quita.